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Autopsia de una Elección Judicial

by admin

El pasado primero de junio fue el domingo más caro, cínico e inútil en la historia reciente de México (escribo “reciente” porque ya había habido antes, otros dos procesos fallidos: la supuesta revocación de mandato y la consulta sobre los expresidentes; en ambos casos, millones de pesos fueron tirados a la basura); pues bien, el domingo, fuimos llamados —casi a regañadientes— a elegir “democráticamente” a quienes deberían impartir justicia sin deberle nada a nadie; y sí, rompimos un récord (pero al revés), porque sí votamos; o mejor dicho, no votamos. Me explico: el abstencionismo rozó casi el 87%; votamos, o no votamos, a través de millones de votos nulos; votamos, o no votamos —y he aquí la paradoja— para no legitimar lo que ya venía cocinado desde Palacio Nacional.

Que la presidente Sheinbaum no lo vea como lo que es, un estruendoso fracaso, solo da cuenta de su palmaria ceguera y su incapacidad para ver la verdad de lo que ocurre: la pretendida elección judicial registró la participación más baja en 30 años, punto.[1] En primer lugar, los votos nulos han superado los 10 millones, convirtiéndose así en el “candidato” más votado de toda la elección, pues superan en número, y por mucho, a los dos candidatos a ministros con más apoyo. [2] Así es, con el 91% del conteo de los votos la consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei, ha confirmado que quienes han obtenido la mayoría de los votos son el abogado Hugo Aguilar, con 5 millones 295 mil 364 votos, seguido de la ministra Lenia Batres, con 5 millones 30 mil 281.[3]

Lo anterior, nos lleva a concluir que los candidatos más fuertes obtuvieron menos votos que los votos anulados por los ciudadanos, por un lado; y por otro, su legitimidad es nula, pues fueron electos por el equivalente al 3.8% de la población; sí, en efecto, sin en números redondos somos 130 millones de mexicanos y el padrón es sólo de 100 millones (equivalente al 76% de la población); y los dos más votados sólo obtuvieron poco más de 5 millones de votos, eso equivale apenas a un escaso 3.8% de la población total; es decir, cada uno, por su lado, eso representa, eso significa. ¿Por qué están tan orgullosos? Nunca, nadie, jamás, había sido electo para ocupar un puesto de tan alta responsabilidad con esa ínfima cantidad de sufragios. Es apabullante, es monstruoso. En resumen: los futuros nuevos ministros no representan una mayoría legitimada por el pueblo, “sino una imposición de partido en boletas disfrazadas de neutralidad”. [4]

En el extranjero, no faltó quien reaccionara y calificara la jornada electoral como “experimento kafkiano”: “que amenaza con socavar la independencia judicial al reemplazar la lógica del derecho por la lógica del voto”;[5] y en Washington se sumió que MORENA había dado un paso firme hacia la dictadura el extender su absoluto control sobre el Poder Judicial: “El partido gobernante ha logrado extender su control a un poder que históricamente actuaba como contrapeso. No hay precedentes modernos de una elección judicial tan amplia, tan politizada y tan opaca”;[6] y es que el proceso fue un carnaval judicial sin disfraces ni disimulos: ministros de toga y pancarta, jueces de consigna y magistradas de consorte. Vimos aparecer en la boleta a la hermana de un secretario de Estado, a exabogados de narcos, a esposas de contratistas principalísimos del régimen y a porristas sin máscara pertenecientes a la 4T que juraron “servir al pueblo” justo antes de lamerle la mano al poder y ponerse de rodillas con los pantalones en las corvas. El resultado: una Justicia ahora electa, sí, pero electa por una minoría pírrica, nula, casi simbólica. Por eso digo que no fue una elección: fue una autopsia; y lo que se encontró adentro fue repugnante.

La legitimidad no se improvisa con boletas; se construye a través de la confianza, profesionalismo y distanciamiento del poder. Lo del domingo fue —como anticipó el Financial Times— una pieza de teatro kafkiano; y, tristemente, el telón apenas comienza a levantarse.

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Luis Villegas Montes.

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