No, ni de chiste me puse en modo filokarpós (amante de la fruta), es sólo soy fan de la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Maestra Norma Piña. Desde hace días, la ministra está imparable.
Desde finales del mes pasado, la presidenta afirmó que estaba negociando y que se iba “a dejar la piel para mejorar la reforma judicial”.[1] Dos días más tarde, comentó que se buscaba defender los derechos laborales de los funcionarios y empleados del Poder Judicial federal: “‘Vivimos momentos llenos de incertidumbre’ [dijo] ‘Ante la iniciativa de reforma al Poder Judicial, estamos trabajando incansablemente, estamos dialogando con todas las instancias posibles para garantizar la defensa de sus derechos laborales”, ha asegurado, sin aclarar cuáles son dichas ‘instancias’”.[2]
Casi dos semanas después, el pasado 8 de julio, la todavía presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación tendió puentes con el gobierno en el cierre de los encuentros organizados por la propia judicatura para sondear una propuesta de reforma integral al sistema de justicia: “Si la reforma judicial se aprueba en sus términos, ya no llegará la persona más capacitada al puesto. No llegará la persona que pasó años estudiando, preparándose para opositar, sino la más popular, la que supo relacionarse bien con los grupos de poder que, irónicamente, es uno de los argumentos de esta reforma. Es decir, se provocará lo que se intenta erradicar”.[3] Un día después, el 9 de julio, en la clausura del Encuentro Nacional para una Agenda de Seguridad y Justicia, afirmó que, aun cuando es necesario un cambio, éste se debe hacer para acercar la justicia a las víctimas: “Quiero invitar tanto al presidente López Obrador, como a la virtual presidenta, la doctora Claudia Sheinbaum, a sumarse a este diálogo plural, y a que nos abran la puerta para que podamos compartirles los hallazgos de este encuentro nacional y analizar así cómo afecta la reforma no sólo el futuro de la justicia, sino de todo nuestro país”.[4]
Como era de esperar, y en la misma fecha 9 de julio, el presidente de la República rechazó celebrar una reunión con la ministra Norma Piña, bajo el argumento de que no tenía nada que ver.[5] Ese mismo día, en una estrategia ya habitual en ella (eludir el tema de fondo y plegarse al presidente), la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, dijo que, aunque no se cierra al diálogo con la ministra presidenta de la SCJN, si el tema es la reforma al Poder Judicial, para eso está el Parlamento Abierto que organiza la Cámara de Diputados: “El diálogo siempre existe, nosotros nunca nos vamos a negar al diálogo. El asunto es que ya está en manos del Legislativo la reforma Judicial y por eso se ha abierto la discusión parlamentaria”.[6]
Para atizar al fuego, el presidente ha señalado que se les había ido en la iniciativa que “tienen que tener cinco años de experiencia los que puedan participar. Yo he estado en contra de eso y sin embargo se nos pasó […] Yo soy más partidario que una mujer, hombre, que se titula como abogado sale con mucho entusiasmo de hacer valer la ley. Está lleno de frescura, de ideales, de llevar a la práctica la máxima de que al margen de la ley nada y encima de la ley nadie”.[7]
“Alea jacta est”, decían los latinos, para afirmar que la suerte estaba echada.
Definitivamente lo está, echada, postrada, exhausta, tirada, consumida, tumbada, volcada, desfallecida, tendida, derribada, abatida, hundida, vencida, acabada. Estemos preparados para lo peor.
Por lo pronto, tres hurras por la maestra Piña: ¡Mujeres como ésa son las que necesita México!, y no presidentas humilladas a diario por el varón que las puso ni, menos, ministras de la misma calaña provenientes del mismo establo.
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Luis Villegas Montes.